LAS SALAS DE CINE
LA ENTRADA A UN MUNDO MÁGICO
«Al entrar en aquellas majestuosas salas de cine y desde el momento mismo en que adquirías la entrada y traspasabas la puerta, tenías la sensación de adentrarte en un mundo mágico y maravilloso. Todo parecía dirigido con una impecable organización militar, donde los acomodadores eran jóvenes al servicio de los espectadores, entrenados especialmente para dar un trato exquisito al público. Al entrar, te encontrabas ante un sobrecogedor despliegue de lujo, con cúpulas de oro y bronce. Era como entrar en otro mundo».
Chauncey Haines (músico)
LOS ORÍGENES DEL CINE
«¡Entren, disfruten y admírense de la última maravilla de la ciencia!»
«¡Pasen y vean lo nunca visto!»
La magia de las imágenes ha cautivado desde siempre a los seres humanos. Desde los primeros dibujos en las cavernas pasando, entre luces de antorchas y sombras, por las sombras chinescas hasta llegar a la invención del cine, a finales del siglo XIX.
Hace más de doscientos años, se podían ver en las ferias espectáculos de la LINTERNA MÁGICA, que permitía proyectar dos imágenes que, combinadas, daban cierta sensación de movimiento. Estos fueron los espectáculos audiovisuales más populares antes del cine, sobre todo en los siglos XVIII y XIX en Europa.
Imágenes del Museu del Cinema en Girona
A partir de 1800, aparecieron varios inventos basados en la teoría de la persistencia de la imagen en la retina como la causa de que podamos apreciar la imagen en movimiento. En la actualidad esta teoría es cuestionada por varias investigaciones, y se plantea la hipótesis de que es el cerebro quien procesa las imágenes provenientes de la retina.
En cualquier caso, dicha teoría estimuló a varios científicos a inventar diferentes aparatos que la demostraran. Entre ellos, dos destacan como claros antecedentes del cine: el ZOÓTROPO y el PRAXINOSCOPIO. Ambos constan de un tambor giratorio en cuyo interior se colocan bandas de papel con dibujos impresos horizontalmente, y que al girar permiten ver imágenes en movimiento. El segundo, además, presenta un anillo de espejos que reflejan las imágenes.
Zoótropo
Praxinoscopio
Imágenes del Museu del Cinema de Girona
En la actualidad, muchos de estos aparatos se venden como juguetes mágicos antiguos. Aquí podemos ver un anuncio de dichos aparatos, merece la pena echar un vistazo:
LA FOTOGRAFÍA
Mientras tanto, nació la fotografía. La primera data de 1826 y fue atribuida a JOSEPH NIÉPCE , quien sería reconocido como el inventor de la fotografía. A partir de las experiencias de Niépce, DAGUERRE continuó investigando hasta desembocar, en 1839, en el daguerrotipo, primer procedimiento que comprende una etapa de revelado.
Hacia 1852, las fotografías comenzaron a sustituir a los dibujos en los artilugios para ver imágenes animadas.
Sin embargo, fueron la introducción de un material flexible y resistente, el celuloide, junto con la invención de la película en rollo, hacia 1888 por GEORGE EASTMAN —inventor y fundador de la Eastman Kodak— los que marcaron el comienzo de una nueva etapa en la fotografía. Durante esta etapa aparecieron miles de fotógrafos aficionados que se interesaron en el nuevo invento, y hacia finales del siglo XIX se lanzó al mercado un nuevo aparato fotográfico revolucionario por sus pequeñas dimensiones, su cargador de 100 exposiciones y su fácil manejo.
Con el eslogan “Usted apriete el botón, nosotros haremos el resto”, fueron fabricadas a escala comercial las primeras cámaras fotográficas de la casa KODAK.
Sin la fotografía no existiría el cine.
LA LLEGADA DEL CINE
El Kinetoscopio
Hacia 1890, WILLIAM L. DICKSON, ingeniero en el laboratorio de Thomas Edison, inventó un artefacto capaz de producir imágenes en movimiento inspirándose, al principio, en métodos similares a la forma en que el fonógrafo de Edison grababa el sonido.
Al final, fue THOMAS EDISON quien, en 1891, patentó el invento con el nombre de Kinetoscopio. Este aparato permitía ver películas de 1 minuto de duración, y con el fin de ganar más dinero, diseñó una máquina que, tras depositar una moneda, visionaba una película en un bucle interminable que el espectador veía individualmente a través de una mirilla.
Los primeros kinetoscopios se instalaron en Broadway, Nueva York, en 1894, y un año después más de mil entraron en acción en distintas galerías y salones de music-hall. Fueron un rotundo éxito. Hombres, mujeres y niños hacían cola para ver las pequeñas películas en las que un hombre estornudaba, una mujer bailaba o un culturista enseñaba sus músculos.
A pesar de que Edison pudo crear una máquina que proyectase la imagen en una pantalla para un público mayor, este consideró que las exhibiciones públicas agotarían pronto el mercado. Pero el paso del tiempo no le dio la razón. En unos pocos años el kinetoscopio quedó como una curiosidad de salón.
El Cinematógrafo
Al otro lado del Atlántico, en Francia, los hermanos LOUIS Y AUGUSTE LUMIÈRE comenzaron a experimentar por su cuenta y crearon una combinación de cámara, copiadora y proyector al que llamaron Cinematógrafo, y que patentaron en 1895.
Este era una suma de varios inventos al que agregaron la posibilidad de proyectar la película a través de una lente sobre una pantalla.
¡El cine acababa de nacer!
El 28 de diciembre de 1895 se presentó oficialmente al público. En el Grand Café de París se realizó la primera exhibición comercial del cinematógrafo: duraba 20 minutos y por el precio de 1 franco el programa incluía 10 películas, entre las que se encontraban La salida de los obreros de la fábrica Lumière, El regador regado (considerada la primera comedia del cine) y La llegada de un tren a la estación. Esta última causó gran sensación entre el público, que gritaba ante la posibilidad de verse arrollados por el tren que se acercaba peligrosamente.
Sin embargo, una vez que la gente se había acostumbrado a la impresión de ver imágenes en movimiento reales, se aburrían con la simplicidad de estas grabaciones. La visión de los Lumiére era más científica que artística o comercial, por lo que no supieron ver las posibilidades de su invención.
Por fin nace el cine que cuenta historias
A la primera exhibición del cinematógrafo, en el Grand Café de París en 1895, acudieron 35 espectadores. Entre ellos se encontraban dos personas que vieron que el cine podía ser algo más que registrar la realidad con el cinematógrafo. Vieron una máquina con la que crear sueños. Se trataba de Alice Guy y George Méliès. A la primera apenas se la conoce, al segundo se le ha considerado el primero en realizar cine de ficción. Gran omisión y gran olvido.
ALICE GUY fue una gran visionaria que entendió las inmensas posibilidades del cine. En 1896 dirigió la primera película que, además de contar una historia, inauguraba el uso de trucos visuales en imágenes en movimiento y el montaje: El hada de los repollos, un cuento de hadas francés que asegura que los niños nacen en los repollos y las niñas en las rosas. Directora, guionista, productora (fundó sus propios estudios cinematográficos), incluso realizó películas en color. Trabajó entre Francia y Estados Unidos y dirigió más de 1000 películas de todos los géneros: westerns, comedias, dramas, ciencia ficción… Su nombre ha sido injustamente olvidado.
El hada de los repollos (1896)
GEORGE MÉLIÈS entró en las enciclopedias como el pionero en la realización de películas de ficción. Él, al igual que Alice Guy, inmediatamente vio el potencial que este nuevo invento tenía para sus shows. Artista, mago, ilusionista, acróbata… trasladó sus espectáculos de feria a las imágenes del cinematógrafo, filmando sus propias representaciones e introduciendo, al igual que Alice Guy, efectos especiales: cabezas que volaban, objetos inmóviles que cobraban vida o desaparecían, etc. Con su película Un viaje a la Luna, Méliès alcanzó un lugar definitivo en la historia del cine.
El hombre de las cabezas (1898)
Sabías que... Los peligros del cine
Como ocurría con cada nuevo invento de la época, muchos pensaron en las consecuencias negativas de un espectáculo tan atractivo. Algunos vieron las posibilidades educativas de este nuevo entretenimiento cada vez más popular; otros, en cambio, opinaban que las imágenes en movimiento acabarían con la lectura de libros y periódicos.
También había quien veía al cine como el nuevo pan y circo que embrutecería a las masas evadiéndolo de la realidad; mientras que para otros el peligro era moral. Esas salas oscuras donde se sentaban tanto hombres como mujeres eran una tentación para el pecado; y por otro lado, los temas de las películas cargados de ideas violentas que no podrían llevar a nada bueno, con sangrientos asesinatos, robos a trenes, duelos a sangre fría.
Pero nada pudo pararlo, el cine se convirtió rápidamente en un espectáculo de masas
EL SÉPTIMO ARTE QUEDA OFICIALMENTE INAUGURADO
Las Primeras Salas de Cine
Ya no había duda, el cine iba a convertirse en un negocio de éxito dentro de la industria del ocio.
En las primeras proyecciones, que duraban apenas unos minutos, solo eran necesarios un proyector y una pantalla, por lo que el cine pasó a formar parte del entretenimiento de los music-halls y los cafés. Sus dueños pronto vieron en este invento un lucrativo negocio y para hacer más atractiva su programación incluyeron, como preámbulo, canciones en las que se invitaba al público a participar, o se contrataba la actuación de algún comediante, para dar paso al plato fuerte del espectáculo: la proyección de una o varias películas.
En Estados Unidos, entre 1905 y 1915, proliferaron las míticas nickelodeon. Ubicadas en un salón de baile, restaurante o una tienda y reconvertidos en sala de cine, con incómodos asientos, ofrecían al espectador persecuciones, aventuras, comedias, desastres.
“En una calle en Harlem, hay cinco nickelodeon en una manzana, cada uno de ellos con capacidad para proyectar ante mil personas cada hora. Funcionan desde temprano por la mañana hasta la noche, y sus megáfonos empiezan a ladrar antes de que el lechero haya hecho su ronda”. Escribió en 1907 un periodista de Harper’s Weekly.
Las primeas obras contaban historias simplonas dirigidas a un público de niños y gente de pocos recursos que, por un precio cada vez más asequible, pasaban los ratos sumergidos en aventuras que los hermanaban en la risa, el miedo, el llanto o el asombro. Como se consideraban meros entretenimientos de feria, se exhibían, además de los music-halls, en circos o barracones.
A partir de 1910, gracias a creadores como Méliès o Alice Guy entre otros, el cine empieza a adquirir prestigio como manifestación artística, atrayendo a los intelectuales. Los empresarios, con el fin de incorporar también a las clases privilegiadas a este nuevo espectáculo, construyen salas específicas para las proyecciones, que ubican en el centro de las ciudades. Y para transmitir una imagen de elegancia y buen gusto a tono con el espectáculo ofrecido en las pantallas, la comodidad y el lujo se van adueñando de los edificios.
En España destacan en estos años el Cine Alhambra (1911) de Zaragoza, Ideal Cine (1911) y Salon Fregoli (1912) de Barcelona, Teatro Cervantes (1911) y Cine Doré (1912) de Madrid —de estilo modernista y con una capacidad para mil doscientos cicuenta espectadores (actualmente es la sede de la Filmoteca Nacional).
Foto: Enrique Íñiguez Rodríguez (Qoan) [CC BY-SA (https://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0)]
Sabías que... Del gallinero a los palcos
Los primeros cinematógrafos permanentes mantuvieron los nombres de “teatro”, “pabellón” o “salón”, y formaban un híbrido entre pabellón y teatro. Las fachadas eran monumentales, y en su interior diferenciaban las localidades entre las entradas de General (era el gallinero, con bancos de madera) y de Preferencia (con sillas o butacas), a las que podían añadirse –por herencia del teatro- algunos palcos. También se vendían entradas que no daban derecho a silla y obligaban a ver la proyección de pie, por lo que eran muy baratas.
Los Cines Palaciegos
Hacia 1920, el cine se había convertido en una industria fecunda, transformándose rápidamente en un espectáculo de masas. Esto provocó un auge en la construcción de salas, que cada vez eran más bellas y colosales, pareciendo auténticos palacios. Y como el cine mudo iba acompañado de música (en las salas más modestas por un piano o pianola), en las grandes salas de las principales ciudades fueron necesarios camerinos para acoger a los miembros de las orquestas, que en las grandes superproducciones llegaron a estar compuestas por más de 100 músicos.
En las fachadas, las marquesinas y los carteles luminosos atraían al público hacia la taquilla; y en las noches de estrenos, grandes focos actuaban como reclamo publicitario.
En Estados Unidos, donde se iba desarrollando una industria cinematográfica con costosos decorados, la extravagancia se adueñó de la arquitectura de los cines. Nacieron enormes salas de proyección donde convergía una combinación de estilos que recreaban diferentes culturas, desde el clasicismo romano hasta el exotismo maya.
Ejemplos de ello: El Grauman’s Egyptian (1922) en Hollywood, que imitaba el estilo egipcio; El Chicago Oriental (1926), con un estilo basado en Oriente; El Grauman’s Chinese (1927), en Hollywood, inspirado en la cultura china; El Portland Oriental (1927), Oregón, reflejo de la cultura Oriental que nos remite al templo de Angkor, en Camboya; El Aztec Theater (1926), en San Antonio, Texas, una reinterpretación de la cultura Azteca; Los Ángeles Mayan (1927) que evoca la cultura Maya.
En España, sin incurrir en los excesos de los grandes cines norteamericanos, se construyeron cines realmente lujosos en diferentes estilos, en especial Art Nouveau, Art Déco y el Racionalismo. Destacan: Cine Ideal (1920) de Barcelona, segunda Sala Narbón (1922) en Santander, Gran Kursaal (1922) en San Sebastián, Pathe Palace (1923) –“la catedral de la cinematografía”-, y Coliseum (1923) –publicitado como “el mejor cine de Europa”, con mesitas de té en los palcos- ambos en Barcelona. En Madrid el cine Callao (1926) y el Palacio de la Prensa (1930).
Foto: Canaan [CC BY-SA (https://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0)]
Foto: Luis García [CC BY-SA (https://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0)]
Sabías que... El número de salas se dispara
La demanda va en aumento, y el número de salas de cine se multiplica a un ritmo imparable. En 1910, novecientas mil personas pasaban a la semana por las cuatrocientas salas de cine en Manhattan. En 1911, Londres contaba con quinientas salas; y en París era tanta la demanda que en 1911 se inauguraron los cines Gaumont, con tres mil cuatrocientas butacas.
En España, el número de salas que se abrieron en la década de los años veinte duplicó a las existentes al comienzo de la década: se pasó de mil ochocientas dieciocho salas de cine en 1925 a cuatro mil trescientas treinta y ocho en 1930. Sobresale el Real Cinema de Madrid, de 1920, con un aforo de dos mil quinientas butacas.
Y ahora... ¿Qué?
La gente que acudía al cine no iba solo a ver una película, iba a vivir un universo diferente de risas, llantos, asombro, ternura. En su mayoría eran trabajadores e inmigrantes. Como el cine era mudo, las imágenes, los gestos y la música tenían un impacto tremendo: emocionaban al público sumergiéndolo, en la oscuridad de la sala, en su propia película. Pagaban un módico precio por vivir un sueño.
En las grandes ciudades esos templos del cine los dejaba maravillados: sus cúpulas, sus palcos, sus orquestas. En los pueblos, las salas modestas eran algo más que un cine, también servían para robar un beso en el fragor de la película. Y con el buen tiempo, los cines de verano con sus sillas de tijera, sus pipas, sus bocatas de tortilla…
Después llegó el cine sonoro, la sesión continua, el nodo, mezclados con el humo de los cigarrillos y las palomitas. El público recita los diálogos de su película favorita y visten, se peinan y bailan como sus protagonistas. El cine les servía de guía cuando el mundo aún no estaba globalizado.
Hoy, los cines de barrio agonizan, y aquellos cines palaciegos han sido clausurados o reformados como supermercados, bingos, pubs o tiendas de moda. En los pueblos el cine se ha vuelto, como al principio, ambulante: un proyector y una pantalla, en el mejor de los casos. Y en las ciudades, se alojan multicines en las instalaciones comerciales de las periferias para que sean rentables.
El mundo digital ha llevado al móvil, a la tableta, a nuestra casa, lo que antes veíamos en el cine. Pero ¿de verdad queremos perder ese universo mágico de las salas oscuras y la pantalla gigante; de los suspiros, las lágrimas y las risas colectivas? ¿Acaso no son las salas de cine uno de los pocos rincones donde las distracciones se aparcan para quedar atrapado, pegado a la butaca, en ese mundo mágico de las películas?
Sí, a pesar de todo, quedar para ir al cine sigue siendo un buen plan.
Fuentes:
Román Gubern. Historia del Cine
Ainhoa Campos Posada. Breve historia de la Belle Époque
Russel Merritt. Los teatros Nickelodeon 1905-1914: Construyendo una audiencia para el cine.
Jesús Ángel Sánchez-García. Las salas de cine en España: evolución histórica, arquitectura y situación actual. Patrimonio Cultural de España, 10, 2015
© Enrique Martínez-Salanova Sánchez. El cine antes del cine. Los antecedentes del cine
Documentales Olvidados. Historia del Cine: Época Muda (1983)