MANET Y SU OLIMPIA
¿Modernidad o especie de gorila hembra?
«Una epidemia de locas carcajadas se desata ante el cuadro de Manet». Moniteur des Arts
«Cuando el arte desciende tan bajo no merece ni siquiera un reproche». La Presse
«Nunca hemos visto con nuestros ojos un espectáculo semejante y de un efecto más cínico: ‘Olimpia’, especie de gorila hembra…». Amédée Cataloube
Triste y deprimido por el efecto desastroso que causó su cuadro, el joven Manet partió para España. Él buscaba ante todo la gloria oficial y la aprobación de los Salones. Deseaba agradar y, por el contrario, desencadenaba escándalos; los provocaba involuntariamente solo porque se adelantaba a su tiempo. Incluso, a su pesar, los impresionistas lo eligieron su líder, aunque nunca participó con ellos en exposición alguna. Su libertad, su honestidad, su franqueza, el culto a la naturaleza, su audacia a representar el instante… Todo ello inspiró al arte del futuro, con él comenzó la pintura moderna sin convencionalismos, liberada de la tiranía del tema, transparente, audaz.
Así de despectivos eran los calificativos de las revistas de la época. Y, para prevenir Olimpia de las iras populares, el cuadro tuvo que ser custodiado por un par de policías hasta que se decidió cambiarlo de lugar y colgarlo en lo más alto que permitía el techo del salón.
Manet, un dandi imbuido de tradición, elegante, sociable y respetuoso con el pasado. Sí, con el pasado, y ahí reside la gran paradoja de su obra. En una época en la que imperaba el buen gusto oficial de una burguesía todopoderosa que se oponía a todo lo nuevo, a todo lo que no comprendía, y que imponía que se recurriera a los antiguos para representar los temas. Unos temas que fueran dignos, que no tuvieran nada que ver con la vida cotidiana, con la realidad sórdida y banal.
Y ahí estaba él, que recorrió Europa tras las obras maestras, que quedó prendado de Velázquez, Rembrandt, Tiziano, Goya y a los que no dudó en imitar. Pero, ¡Ay! aun así eran pinturas innovadoras en la técnica (en las que la yuxtaposición de manchas de color sustituía el esfumato de la pintura clásica), en la manera de representarlas (sin tapujos, de mirada directa, en acciones cotidianas), y eso no lo podían admitir. Lo calificaron de “bárbaro”, de “renegado”, de “mal patriota”. Pero ¿acaso no veían en sus pinturas toda la tradición del pasado?
Para la composición de su vilipendiada “Almuerzo sobre la hierba” (ver Arte y Escándalo I), Manet copió una lámina del siglo XVI de Marcantonio Raimondi, basado en «El juicio de Paris» de Rafael. Sin embargo, cuando Manet presentó esta obra en 1863 para ser expuesta en el Salón oficial se la rechazaron y la enviaron al recién inaugurado Salón de los Rechazados.
Dos años después, en 1865, su obra Olimpia fue aceptada para ser expuesta en el Salón oficial… por un descuido del emperador Napoleón III (más tolerante que el propio jurado). La pintura tuvo que ser protegida de los bastonazos de los visitantes indignados.
«¿Qué significa esa odalisca con el vientre amarillo, despreciable modelo recogida en ni se sabe dónde y que representa a Olimpia? ¿Qué Olimpia? Una ramera, sin duda. No se podrá reprochar a Manet que idealice a las vírgenes locas, ya que las convierte en vírgenes sucias». Jules Clareti para L’Artiste.
Para hacer esta obra, Manet retomó la composición de la Venus de Urbino de Tiziano, gran pintor italiano del Renacimiento y cuya obra era admirada por los contemporáneos de Manet. Entonces, ¿a qué viene tanta indignación con su Olimpia?
Sabías que... Manet en España
A Manet le encantaba todo lo español. Las influencias de Velázquez y Goya son visibles en sus cuadros. Visitó España hacia 1865, donde conoció también la obra del El Greco. Su amigo el poeta Baudelaire escribió: “En el próximo Salón veremos varios cuadros suyos impregnados del más intenso sabor ibérico y que inducen a creer que el genio español se ha refugiado en Francia”, en clara alusión al pintor francés.
OLIMPIA
Manet había violado un tabú: en lugar de pintar una diosa o una ninfa tímida y asustada, como era recomendable para la mentalidad de la época (donde los desnudos tenían que ir arropados por escenas mitológicas), presenta a una mujer segura de sí misma, que ignora las flores que la criada negra le presenta, aludiendo al obsequio de un admirador, y poniendo de relieve su condición, quizás, de prostituta de lujo; un hecho que “el buen gusto” recomendaba ocultar.
Todo en el cuadro es sensual: la mirada directa y desafiante de la figura que nos invita a contemplarla, con el pelo recogido y totalmente desnuda; tan solo un brazalete, un pequeño colgante en el cuello y la orquídea, una flor afrodisíaca, destacan como únicos ornamentos. En sus pies lleva puesto un solo zapato, símbolo fetiche que unido a la cama deshecha respira sensualidad.
La atmósfera intimista de la habitación, donde un fondo oscuro diluye el rostro también oscuro de la criada, destaca, ocupando casi todo el espacio, la blancura de la cama y, dispuesto encima, el cuerpo pálido y sin apenas curvas de la figura femenina, en claro contraste con los cuerpos voluptuosos de las diosas renacentistas.
Y para remarcar ese tono sexual, la mano que oculta su sexo en un gesto que destaca más de lo que disimula; y un gato negro a los pies (“ese famoso gato que conmocionó al público, ese horrible Belcebú”) que con la cola en alto nos mira fijamente en una muestra de malicia.
La iluminación es un elemento fundamental en la composición, ya que acentúa el aspecto plano de las figuras (influencia de la estampa japonesa) y resalta el tema central, Olimpia, al incidir directamente sobre ella. Junto con la luz, la utilización de una paleta de colores descarnados, sin sombras y muy contrastados, enfatizan la modernidad indiscutible de Manet.
Sabías que... La modelo que quiso ser pintora
Victorine Meurent cantante y modelo profesional, posó para varios cuadros de Manet, protagonizando sus obras más famosas: Almuerzo campestre y Olimpia. Y mientras posaba para Manet y otros pintores, acudía a clases nocturnas de pintura en la Academie Julian (una de las pocas instituciones artísticas que enseñaba a las mujeres), quería ser pintora y lo consiguió. En el Salón de París admitieron obras suyas durante años, y en 1903 fue elegida miembro de la prestigiosa Sociétés des Artistes Francais.
LA VENUS DE URBINO
Aunque en la Olimpia de Manet hay ecos de La Maja desnuda de Goya, y la Odalisca con esclava de Ingres, la Venus de Urbino de Tiziano es sin duda su principal fuente de inspiración.
Como vemos, la similitud es total, pero las diferencias, aun pareciendo sutiles, le confieren un significado totalmente distinto. Aquí vemos también a una mujer desnuda, recostada en un diván con sábanas blancas que, al igual que en Olimpia, aparecen deshechas. También nos mira, pero no lo hace de frente, sino de manera sesgada entre tímida e insinuante, no nos reta. Una mano sujeta unas rosas, mientras que la otra cae desmayadamente sobre su sexo en un intento por ocultarlo. El perro a los pies, que tradicionalmente alude al carácter dócil y fiel de las mujeres, aquí aparece dormido.
Todo lo anterior, unido a las formas voluptuosas de la figura, nos sumerge en una ambigüedad difícil de discernir: una mujer que parece dócil y recatada pero que se presenta desnuda e insinuante, la “fidelidad” duerme…¿nos está invitando?. Una escena idealizada que Tiziano, para dar mayor realismo, rompe con la presencia de las criadas al fondo, en una habitación que parece pertenecer a un palacio veneciano.
Así pues, ¿qué hace que este cuadro sea aceptado por crítica y público y el de Manet no? Tiziano, que probablemente pintó a una cortesana de su tiempo, escondió el desnudo de su pintura bajo una narración mitológica, la diosa griega Venus. Manet, en cambio, nos presenta a una mujer de carne y hueso, que con su mirada desafía al espectador más allá de lo moralmente permitido para la época.
Pero las miradas cambian y el tiempo pone las cosas en su sitio. Así, León Daudet (escritor, periodista y político francés de principios del siglo XX) escribió en 1932: “La Olimpia abucheada, tratada de inmundicia innombrable, de ofensa al pudor, de obscenidad sin nombre, se ha colocado tranquilamente entre los cuadros más bellos del mundo, junto a la ‘Desnuda’ de Goya”.
Actualmente, Olimpia de Manet se exhibe en el Museo de Orsay de París, que alberga la mayor colección de obras impresionistas del mundo.
Fuentes:
Néret, Gilles. Manet
Roe, Sue. Vida privada de los impresionistas